En Lumilagro apenas quedan 65 trabajadores

La empresa de Tortuguitas adoptará un esquema híbrido de "producir y traer" para evitar el cierre. De los 200 puestos de trabajos, sólo resiste el 32 por ciento.

“La principal preocupación de los trabajadores es que ellos puedan sostener este grupo de 65 trabajadores que quedaron en pie”, dicen desde el Sindicato de Empleados del Vidrio (Seivara) buscando advertir y brindar un diagnóstico preciso sobre la situación que atraviesa Lumilagro, la fábrica de termos golpeada por la apertura de importaciones promovida por el gobierno de Javier Milei. En un escenario donde la liberalización comercial, el contrabando y la caída del consumo se conjugan para esta industria, la planta de Tortuguitas lentamente reduce personal, desarma infraestructura y reconvierte su modelo productivo en un intento por no desaparecer.

Desde 2022, la planta que llegó a tener cerca de 200 operarios atravesó un proceso gradual de retiros voluntarios y absorción del personal hasta reducirse a poco más de 60 empleados fijos, recalcaron desde el sindicato del vidrio  y aseguraron que fueron acuerdos pactados sin despidos intempestivos, sino tras sucesivas convocatorias a retiros en momentos de baja producción.

Dos años más tarde, la línea de termos de vidrio comenzó a apagarse. El horno de vidrio fue clausurado en 2024, y su espacio fue reasignado al desarrollo de termos de acero inoxidable, una apuesta local para resistir el embate de las importaciones y los precios bajos en la Argentina. Pero el objetivo resultó insuficiente, no solo porque es un mercado con gran competencia, sino también porque apareció un inconveniente mayor.

Ante la presión creciente, la firma presentó un nuevo plan que consiste en importar 60 por ciento de los termos desde China y Brasil, y mantener solo el 40 por ciento de producción nacional (algo de vidrio y el resto de acero) bajo la premisa de "redaptarse o morir", como definió su gerente comercial públicamente, Carlos Bender.

El quiebre se precipitó con una decisión clave, pocos días después de que la administración de Javier Milei eliminara los aranceles antidumping sobre termos y recipientes isotérmicos a principios de julio, vigentes desde 2001, Lumilagro anunció el inicio de un plan de importación masiva de productos.

Según Bender, el criterio oficial de la Comisión Nacional de Comercio Exterior argumentaba que el sector no había logrado despegar a pesar de dos décadas de protección; sin embargo, la empresa ya venía acorralada por la retracción del mercado interno y un contrabando imparable.

Como estrategia para competir, decidió recurrir principalmente a fábricas en China bajo licencia Lumilagro, con supervisión propia de diseño y calidad, y así importar directamente los termos. El primer contenedor ya está en marcha, aseguró Bender.

La presencia invisible que debilitó a la empresa

La crisis de Lumilagro no se explica sólo por la apertura arancelaria. Gran parte del impacto se debió a la fuerte penetración del mercado de productos ilegales. Solo Bolivia, sin una tradición importante de consumo de termos, registró la introducción de más de 4 millones de unidades de acero a precios absurdamente bajos, provenientes de China, de acuerdo a lo manifestado desde Seivara. Estos bienes ingresan sin control, alteran los precios, complican la trazabilidad y erosionan la competitividad local.

El sindicato denunció que, además, los cambios recientes en el estampillado dificultaron aún más al consumidor diferenciar entre productos nacionales e importados, legales e ilegales. Esto generó un impacto directo en el poder adquisitivo y la supervivencia del modelo productivo local.

Las estadísticas oficiales dan sustento a este diagnóstico. Según datos de la CNCE, entre 2021 y 2024, la producción nacional de termos cayó un 26,5 por ciento, las ventas se redujeron en 32 por ciento y el empleo en el sector se desplomó un 31 por ciento. En ese marco, Lumilagro, con una presencia del 60 por ciento del mercado local, empezó a sentir el impacto con fuerza ya que se extinguieron líneas como la de vidrio, se desmantelaron hornos, se reasignaron trabajadores, y la competencia extranjera salió a toda capacidad.

Con el nuevo plan, la empresa aspira a sostener su liderazgo, resistir el embate de los precios bajos y preservar lo posible de mano de obra. Aunque la estructura casi se redujo a su mínima expresión, aseguran que por ahora no pasará a integrar la lista de las más de 7.000 empresas que tuvieron que cerrar sus puertas durante el último año y medio en territorio bonaerense y más de 12.000 a nivel país, según los datos del CEPA.

Incertidumbre sindical y obrera

El clima entre los trabajadores es frágil. Con más del 60 por ciento del plantel afuera, y sin retiros voluntarios restantes, la preocupación se focaliza en los 65 empleados que quedan. ¿Cuánto tiempo podrán sostener esta producción limitada? ¿Y si la importación avanza aún más y se reduce la fábrica local a una cáscara vacía? Esas son las preguntas que recorren los pasillos de la fábrica, según lo manifestado por los propios trabajadores.

Los gremialistas advierten que este fenómeno no es solo de los termos. “Esta coyuntura negativa no se limita sólo a este sector del vidrio. Otras ramas como construcción, automotriz, óptico también comienzan a mostrar signos de deterioro”, alertaron.

La reconversión como tabla de salvación

El modelo de reconfiguración de la producción incluyó la instalación de supervisores en fábricas propias de China, instalación de controles de calidad y trazabilidad, y una reorganización logística que incluyó el alquiler de naves de su propia planta. El objetivo es mantener una línea de producción mínima dentro del país, aprovechar economías de escala en el exterior, y conservar la marca con diseño local.

Bender defiende esta estrategia: “Lo que hemos hecho es reconvertirnos. Fueron muchos años donde logramos eficiencia y precios accesibles en la economía de escala”. “Cuando la situación se hizo inmanejable, abrimos los retiros y se les pagó a todos el total de lo que les correspondía”, agregó.

La historia de Lumilagro es un síntoma de una enfermedad más profunda que afecta a toda la industria bonaerense. Las políticas que advierten como apertura indiscriminada de importaciones se reflejan en caída de consumo y producción, pérdida de empleos, y reconfiguración de cadenas productivas locales, de acuerdo a lo expresado desde el sindicato.

Desde el sindicato piden a gritos políticas activas como controles más rigurosos al contrabando, reintroducción de medidas arancelarias selectivas, estímulo al consumo interno que por el momento manifestaron que solo proviene del gobierno bonaerense pero que tampoco alcanza, y una mirada estratégica para proteger industrias claves.

La fábrica apuesta por una salida híbrida, mantener una cuota mínima de producción local para sostener la marca, el empleo y una mínima capacidad productiva. Pero si prevalecen los precios dump, el contrabando y la falta de incentivos nacionales, la planta arriesga convertirse en poco más que una fachada, con un puñado de trabajadores vigilando contenedores en lugar de alimentar hornos.

El verdadero desafío será esperar a los próximos meses, cuando lleguen los primeros contenedores importados bajo el sello Lumilagro. El sindicato pide estar alerta ya que esos termos “poseen aceros de baja calidad que generan óxidos dañinos”, advierten, y llaman a fortalecer los controles fronterizos e internos.